3a Guadalajara, Jalisco

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PASIÓN, LUCHA Y BENDICIÓN

EPÍGRAFE

Los que sembraron con lágrimas, Con regocijo segarán.

Irá andando y llorando El que lleva la preciosa semilla, Pero al volver vendrá con regocijo Trayendo sus gavillas.

Salmo 126:5,6

PRÓLOGO

Si miramos a nuestro alrededor y reflexionamos un poco sobre el inicio de todas las cosas, nos daremos cuenta que cada cosa, objeto, persona, movimiento y aún las comunidades y naciones tienen su comienzo y su desarrollo; y es así como las tenemos actualmente, es decir, tienen su propia historia. El mundo se ha desarrollado y ha avanzado de diferentes maneras gracias a que hay registros, datos sobre los hechos pasados y es así que se puede construir sobre una base, ya sea de malos o buenos fundamentos.

Conocer la historia es de gran importancia y tiene un valor sustancial, porque en ella es donde encontramos tanto fortalezas como debilidades sobre nuestros antepasados. En ella podremos ahondar para entender nuestra presente realidad; en las fortalezas, nosotros actualmente podremos seguir trabajando para no perder el impulso; pero en las deficiencias y errores debemos estudiar con cuidado el por qué de ellos para no volver a repetirlos. La historia será siempre la base sobre la cual pisaremos para ir por nuestro futuro; nos guste o no, tenemos una historia, en nosotros está seguir en la misma o transformarla para bendición.

En la Tercera Iglesia Apostólica en Guadalajara creemos haber entendido este principio; sabemos que hasta ahora lo que se ha logrado no ha sido hecho en medio del vacío, fuera del tiempo y del espacio, sino que formamos parte de un territorio y tiempo definido. Somos parte de una historia y como tal queremos saberla y entenderla para así poder mejorar en las diferentes áreas. Nuestra iglesia local está por cumplir cuarenta años de su fundación, eso significa que hay mucho qué contar y mucho qué destacar desde sus comienzos hasta el día de hoy. Cabe señalar que son siete los pastores que han trabajado en nuestra iglesia y cada uno de ellos ha dejado una huella importante con su labor; pero uno de ellos, el que pastorea actualmente, ha estado cerca de la mitad del tiempo de existencia de la congregación y hay demasiado qué escribir sobre las cosas que han sucedido en este tiempo. Nuestra iglesia ha sido como una especie de “laboratorio” para la Iglesia Apostólica a nivel general, la cual ha sido bendecida por nuestras aportaciones estudiadas y llevadas a la práctica en la localidad.

La Tercera Iglesia ha vivido crisis, pero también tiempos de enorme bendición; ha caído muchas veces, pero se ha levantado las veces que han sido necesarias y ahora se encuentra en pie y con la frente en alto con un gran porvenir.

INTRODUCCIÓN

A lo largo de los años, desde los inicios de nuestra denominación hasta el día de hoy, hemos tenido infinidad de hechos que por falta de una visión de futuro no se han registrado y se han perdido. Cada vez que un hermano de la Iglesia fallece, es información que perdemos y que jamás recuperaremos. Son datos que “están en el panteón” y que desconocemos. Este asunto ha sido un problema que muy pocos han considerado y creemos que es momento de corregir.

Vendrán nuevas generaciones, surgirán nuevas tendencias, el mundo seguirá avanzando a la par con la tecnología, la filosofía, las religiones y demás ciencias sociales; el pensamiento seguirá embistiendo y las ideas posmodernas continuarán renovándose y nosotros como iglesia debemos caminar también simultáneamente; pero mantener aquellas cosas que nos han dado verdadera identidad. Debemos tener registradas aquellas primeras cosas que le han dado fuerza a nuestro credo y que han hecho de nuestra iglesia una iglesia de poder y de convicción.

Nuestros niños de hoy continuarán creciendo, nuestros hijos y nietos llegarán a un ambiente nuevo y es nuestra responsabilidad informarlos de nuestro pasado y nuestro presente para que no cometan nuestros mismos errores y aprendan de aquello en lo que somos relevantes.

Ahora, que a nivel general nuestra iglesia está impulsando este proyecto Hagamos memoria y reafirmemos nuestra historia, se está dando un paso agigantado sobre el tema. Será muy provechoso y de mucha bendición tener por escrito aquellos hechos sobresalientes de cada una de las congregaciones. Es por esto también que ahora se ha escrito este material con el fin de que tanto los nuevos conversos como nuestros jóvenes y las futuras generaciones de la Tercera Iglesia Apostólica en Guadalajara conozcan sus raíces.

CAPÍTULO I, LOS ORÍGENES: HERMANO SALVADOR RUVALCABA

El hermano Salvador Ruvalcaba es una persona empírica, que no tiene ninguna formación secular, ni teológica. Es una persona humilde, con experiencia adquirida en la práctica del ministerio pastoral que se le había encomendado.

A principios de los años sesentas, el hermano Ruvalcaba fue encargado de la Segunda Iglesia Apostólica de Guadalajara por aproximadamente cuatro años. Según él, como no tenía estudios escolares, ni teológicos, no podían nombrarlo Pastor. En ese entonces los líderes distritales pensaban mandarlo a un rancho, pero terminaron enviándolo a una colonia nueva al oriente de la ciudad de Guadalajara, por lo que entregó la Segunda Iglesia el día 23 de Marzo de 1967 al hermano Francisco Moreno Flores, para irse de misionero a lo que hoy conocemos como la Tercera iglesia Apostólica de la fe en Cristo Jesús en Guadalajara.

El hermano Ruvalcaba llegó a la colonia Oblatos e inició su trabajo en la misión integrada sólo por 6 personas: el hermano Froylán González y su esposa, la hermana María Moreno Ayala; la hermana Irene Ríos Estrada, la hermana Aurelia González Moreno, el hermano Salvador Ruvalcaba y su esposa la hermana María de Jesús Mendoza. El hermano Ruvalcaba afirma que no hubo nadie más, sólo esas 6 personas fundaron lo que hoy es la Tercera Iglesia.

Debido a que la Primera Iglesia les quedaba muy lejos; y además los camiones venían muy llenos de regreso, ya que a esa misma hora era la salida para los que iban al cine, pidieron permiso para comenzar a hacer reuniones en la colonia Oblatos. Las primeras reuniones fueron en casa de la familia González Moreno, contaba sólo con un cuarto, allí se reunían los primeros seis hermanos. Posteriormente, poco a poco se agregarían más familias a este proyecto, como la familia Rocha, la familia Lozano, la familia Gómez Cardona, la familia Alvarado, y el hermano Guillermo Moreno.

Como por un año aproximadamente, se estuvieron celebrando las reuniones en este lugar. Los cultos eran gloriosos; el derramamiento del Espíritu Santo era de una manera palpable. No cesaban en buscar a Dios a través de la oración; hablaban lenguas por largos periodos; oraban por enfermos y estos sanaban; se predicaba la Palabra con autoridad.

El programa de las reuniones era el tradicional: cantaban a capela, nadie sabía tocar un instrumento; había acción de gracias, presentaban cantos especiales, se hacían peticiones de oración, se recitaban textos bíblicos y se predicaba la Palabra de Dios por el hermano Ruvalcaba. Los cantos más representativos fueron: Cuando yo vine al Salvador, No tienes excusa, El Rey de Gloria y Si tu copa rebosa de amor. Se cantaban con todo el corazón y Dios se agradaba de esto, porque se manifestaba poderosamente.

Los temas de predicación generalmente eran sobre el arrepentimiento, el perdón de Dios, la santidad y la segunda venida de Cristo. Casi no participaban las mujeres, sólo en las actividades de logística.

La hermana María Moreno cuenta que en una ocasión llegó un sacerdote de la Iglesia Católica a bendecir las pocas casas de la colonia y que al llegar a la suya, se dio cuenta que allí no lo podría hacer. La hermana María le dijo: “Mi casa no necesita ser bendecida por usted. Mi casa es bendita desde que me convertí al Señor Jesucristo. Todas mis cosas y posesiones están en bendición siempre.” Después el sacerdote envió a una mujer para que espiara la casa de la hermana María para ver si tenía santos, porque si no los tenía, él no iba a permitir que esas personas estuvieran allí. Estuvieron batallando por un tiempo, pero finalmente Dios les dio la victoria y ellos continuaron alabando a Dios y predicando el evangelio.

Para este momento ya se reunían alrededor de unas 35 personas, hermanos comprometidos; aparte los amigos y oyentes que se tenían. La obra de Dios en la colonia Oblatos seguía creciendo por la devoción de sus iniciadores.

En este periodo fue cuando se adquirió el terreno en donde hoy se encuentra construido el templo. Entre tanto que la construcción se realizaba, se instaló un tejaban en el terreno para realizar allí las actividades de la Iglesia, lo que llamarían después el templo chico. El 12 de octubre de 1967 se terminó el primer peldaño de construcción de una casa de oración. La ceremonia se inició con el himno “Cuán amables son tus moradas”. Ahora era seguir adelante sin desmayar según el propósito divino de nuestro Señor Jesucristo.

Es muy importante mencionar que en este tiempo la iglesia se caracterizaba por ser muy cooperadora, solidaria, aún más que las otras en ese tiempo. Las perspectivas siempre fueron de que la iglesia sería grande, porque varios miembros de la Primera Iglesia anhelaban venirse a la Tercera, pues por distancia les favorecía; así también les motivaba porque les atraía el movimiento que se generaba en esta nueva iglesia. Era una iglesia que desde sus inicios estaba en la mira de las demás.

Por aquellos días, del año 1966 al 1970 el Obispo Supervisor de este Distrito de Occidente fue el Rev. Vicente Moreno. Más adelante, del año 1970 al 1974 fue el Rev. José Ávalos Orozco.

CAPÍTULO II, PRIMER PASTORADO: REV. FRANCISCO MORENO FLORES

El hermano Francisco Moreno Flores nació un 5 de octubre de año desconocido, en Santo Niño, Durango. Su padre fue el señor Seferino Moreno, su madre la señora Marcos Flores, y su único hermano fue Fernando Moreno. Sus estudios solamente fueron hasta el tercer año de primaria, y mientras pudo se desenvolvió como obrero. En el año de 1926 contrajo matrimonio, tanto al civil como a la iglesia, con la hermana Lorenza Ayala Rentería en su mismo lugar de origen; aún no se habían convertido a Cristo así que sus nupcias fueron oficiadas en su antigua religión: la iglesia católica.

Fue un jueves de semana santa, en la Iglesia Apostólica que se encontraba en San Juan de Guadalupe, Durango, donde fue bautizado en agua en el nombre de Jesucristo por el reverendo Guadalupe García; al mes de su bautismo, fue también bautizado en el Espíritu Santo en el mismo lugar.

Su esposa, la hermana Lorenza nació un primero de agosto de año desconocido, en Santo Niño Durango también. Sus padres fueron el señor Lorenzo y la señora Antonia Rentería. Solamente cursó hasta el tercer año de primaria y se dedicó al cuidado del hogar. Dios bendijo su matrimonio con ocho hijos: María Moreno Ayala, Telésforo Moreno Ayala, Nicolás Moreno Ayala, Guillermo Moreno Ayala, Francisco Moreno Ayala, Eliu Moreno Ayala, Martha Moreno Ayala y Laurensia Moreno Ayala. La hermana Lorenza recibió el bautismo en agua por las mismas fechas que su esposo y en el mismo lugar por el reverendo Guadalupe García; al mes fue bautizada en el Espíritu Santo.

El hermano Francisco Moreno Flores pertenecía a la Iglesia Apostólica en San Juan de Guadalupe Durango cuando fue solicitado para su ordenación al ministerio por el pastor Guadalupe García en el año de 1948. Como diácono mostró su vocación de pastor al estar al cuidado de un grupo de hermanos en su iglesia local y haciendo labores de evangelista en el pueblo.

El mismo hermano Guadalupe García pidió su instalación al pastorado allí en la iglesia en Santo Niño, iglesia que pertenecía al distrito de Torreón. Recibió ocho hermanos al inicio de su pastorado y a su salida entregó veintisiete.

La iglesia tenía un nivel socioeconómico bajo y un grado escolar promedio en el nivel primaria; se caracterizó por ser una congregación apasionada por la evangelización. Mientras el hermano Francisco estuvo pastoreando la iglesia se activaron los ministerios de niños y jóvenes, se activó la escuela dominical, se impartió cinco veces la santa cena, se celebraban campañas evangelísticas, de sanidad divina y derramamiento del Espíritu Santo; sus principales temas de predicación eran la santidad, la adoración y el ayuno; se cuenta que el hermano era un fuerte defensor de la disciplina tradicional. También impulsó la construcción de la casa pastoral y la compra de un terreno. Durante el pastorado del hermano Moreno se inició al diaconado, se ordenó al ministerio y salió a pastorear el hermano Leoncio Ríos siendo fuertemente entrenado.

De esta manera Dios preparaba al hermano Moreno para después realizar su obra con mucha pasión y entrega. Comenzó en Durango y Coahuila a predicar la Palabra de Dios en diferentes lugares y fue enviado también a Gómez Palacio, Torreón, a pastorear una iglesia.

Fue en el año de 1969 cuando se establece el primer pastorado oficial en la Tercera Iglesia a cargo del hermano Francisco Moreno. Ya había terreno y se comenzó a construir el templo chico: el tejaban que les servía para hacer sus reuniones. Había como unos 35 hermanos en ese momento; pero todos muy trabajadores y entregados. Solamente se reunían en los cultos. Los martes y los jueves a las siete de la noche y los domingos casi todo el día: desde que llegaban temprano a la escuela dominical hasta que terminaba el culto que comenzaba a las cinco de la tarde. Había mucha unidad y amor fraternal.

En ese entonces la iglesia no carecía de oración. Las circunstancias favorecían que la gran mayoría de la congregación estuviera en constante búsqueda de Dios a través del ayuno y la oración. La colonia era pequeña, no contaba con demasiadas casas, los hermanos vivían cerca y era posible que se reunieran muchos en el templo para interceder. Se dice que los domingos hacían cadenas de oración desde las seis de la mañana hasta las seis de la tarde. Se turnaban por periodos de una hora cada uno de los hermanos y pasaban de rodillas clamando a Dios. La jornada de oración terminaba con el culto y allí se podía sentir el respaldo de Dios de una manera gloriosa.

Algunos milagros

La iglesia creía en el poder de Dios. Predicaba el carácter pentecostal de los Hechos de los apóstoles. Se apegaba a la Escritura y tomaba las promesa de que “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores,” (Isaías 53:4). Se veía la mano de Dios en cada actividad que realizaban con sanidades y milagros palpables.

Había un niño como de unos 8 años al que se le había diagnosticado cáncer. Los médicos lo habían desahuciado y decían que le quedaba poco tiempo de vida; que era importante que le cumplieran sus deseos antes de que muriera, que hicieran de sus pocos días los más felices. Sin embargo, la iglesia no aceptó tales conclusiones y se puso en oración. La hermana María Moreno convocó a las dorcas para organizar una cadena de ayuno y oración. Los ministros y el pastor de la iglesia impusieron sus manos sobre él y el pequeño quedó sano desde aquel momento. Ahora en la actualidad ese niño ya es uno de los señores casados de la iglesia, tiene una hermosa familia y vive agradecido con Dios. Su nombre es Josué Gordo Dorado.

Otro de los creyentes que vio el poder de Dios en su vida fue el hermano Severo Navarro. Tenía algún tiempo con dificultades para respirar, lo llevaron al médico y le diagnosticaron asma. Fue hospitalizado inmediatamente, ya que la enfermedad se complicó demasiado. Después de un tiempo la ciencia médica dio por perdido el caso y los médicos les pidieron a los familiares que lo llevaran a su casa para que muriera allá, ya que los costos en el hospital serían más elevados si fallecía allí. Fue llevado a casa y allí los hermanos se reunieron para orar por él. ¡Qué bendición: el hermano Severo se comenzó a recuperar y quedó sano en el nombre de Jesucristo! No cabe duda que Dios respaldaba cada paso que se daba en la Tercera Iglesia.

Cultos y reuniones

Como ya se mencionó, entre los hermanos había mucha armonía. Comían juntos cada domingo. Se reunían desde temprano para orar, después se quedaban en la escuela dominical, convivían y se quedaban hasta que el culto comenzaba.

Los servicios duraban alrededor de dos horas. Eran cultos gloriosos llenos de la presencia de Dios. Con los cantos, tocados a pura guitarra de caja, la congregación adoraba a Dios y él se manifestaba. Entre los cantos más representativos de ese momento estuvieron: Una esperanza reina ya en mi ser, Dios manda, Dios es mi salvación, La vanidad de la vida, Divino compañero, Mis plegarias y Dulces canciones. Los cantos de ese tiempo se caracterizaban por ser demasiado horizontales; es decir, el mensaje era para que los no creyentes conocieran la verdad a través de la música. Por ejemplo, una de las estrofas del canto “Dios manda” dice así:

“En estos tiempos la gente se afana Por toda cosa que es material, Y menosprecian las cosas de Cristo, Desechan siempre lo espiritual.”

Con esto la iglesia buscaba que el perdido encontrara a Jesús y se convirtiera. Que dejaran su vida pasada y buscaran a Dios con todo el corazón. Y esto funcionó mucho para llevar a la gente a Cristo.

La Santa Cena se celebraba una vez por año. La hermana María Moreno, desde entonces hasta hoy, hace el pan que es preparado especialmente para esta ceremonia. Se buscaba que todos estuvieran en comunión para ser partícipe de ella y era precioso mirar cómo todos disfrutaban estar juntos, recordar la muerte y resurrección de Cristo y su próxima venida.

Crecimiento, bautismos y organización

Al principio de la iglesia, se cuenta que cuando una persona se convertía al Señor, la familia completa se interesaba en el mensaje, de tal manera que después terminaban recibiendo a Jesús en sus corazones y bautizándose en agua. Familias enteras se convertían y cambiaban su manera de vivir. Para este momento la iglesia ya contaba con aproximadamente unos 50 hermanos bautizados, aparte los oyentes y amigos que simpatizaban con la congregación. Los bautismos se realizaban en el mismo templo chico o en otras ocasiones, cuando querían salir de la rutina, se iban a un pequeño río que se ubicaba en San Isidro. De esta manera celebraban y hacían fiesta de que un pecador se había arrepentido.

Debido a que el hermano Francisco Moreno, pastor de la iglesia, lo habían comisionado para que atendiera una obra en San Juan de Ocotán, Jalisco; el hermano Guillermo Moreno, su hijo, fue quien estuvo atendiendo la iglesia en todas sus áreas. Prácticamente era el pastor no oficial de la Tercera Iglesia. Él organizaba los cultos, predicaba, visitaba a los hermanos, evangelizaba y fue el que impulsó toda la construcción del templo grande. Era la mano derecha de su padre desde los inicios de su ministerio. Y cabe señalar también, que fue nombrado presidente de los jóvenes a nivel nacional en la Iglesia Apostólica, ya que era un joven muy activo y con iniciativa.

La tesorera en ese tiempo fue la hermana Raquel Padilla. Se le conoció por ser una mujer íntegra y buena administradora. Cada centavo que entraba a la tesorería, era dinero que ella cuidaba y peleaba porque se invirtiera bien en la obra de Dios. Entregaba un informe mensual de ingresos y egresos para dar cuenta a la iglesia de lo que se hacía. Siempre se buscaba la transparencia ante cualquier movimiento.

Dos años de construcción

A principios del año 1970 se comenzó a planear la construcción del templo oficial. Con el hermano Guillermo Moreno al frente del proyecto y con el apoyo de toda la congregación: niños, jóvenes, dorcas y señores. Cada fraternidad puso su granito de arena para que fuera posible esta obra tan emocionante.

El hermano José Ávalos Orozco era el obispo de este distrito, que se llamaba Distrito de Occidente; el hermano Maclovio Gaxiola López fungía como Obispo Presidente de la Iglesia Apostólica y el hermano Isidro Pérez Ramírez era el secretario general. La iglesia apostólica a nivel general comenzaba a tener relevancia en nuestro país y con sus convenciones se podía mirar la grandeza de nuestra denominación. Y fue en una de estas convenciones que la Tercera Iglesia aprovechó para trabajar y sacar fondos para la construcción.

Se organizó una comisión para vender comida en una Convención Distrital que se celebró aquí en Guadalajara. Se solicitaron los permisos y se activó el ministerio de ventas. Se cuenta que fueron tantos los hermanos que vinieron y apoyaron, que después de haber comenzado a vender, ya no podían llevar el registro de qué habían dado ni a quién; los hermanos simplemente comían y al final daban una ofrenda que muchas veces sobrepasaba al costo real. Al final de la convención, ya que se contaron las ganancias, había 21 000 pesos listos para ser invertidos en la obra de Dios. ¡Fue de gran bendición esta actividad para la Tercera Iglesia! El trabajo no fue sencillo. Era muy desgastante; no había momentos de descanso real. La hermana María Moreno estaba tan exhausta que se desmayó del cansancio y las desveladas, pero gracias a Dios todo terminó perfectamente. Dios hizo su parte y los hermanos no desistieron.

Pasada la gran fiesta, se comenzó a comprar el material de construcción y se pusieron, ahora sí literalmente, manos a la obra. El hermano Vicente Moreno fue quien puso la primera piedra del templo acompañado por toda la congregación. De esta manera comenzó el proyecto.

Algo maravilloso sucedió en este tiempo. Mientras los hermanos albañiles escarbaban, las hermanas oraban simultáneamente. Orando, adorando a Dios y escarbando, fue como comenzó este movimiento. Cuando ya se tenía la estructura base, sucedió algo inexplicable: Cada semana, por una de las ventanas que se habían construido, caían 50 pesos. Hasta ahora se desconoce el origen de ese dinero que aparecía. En varias ocasiones, cuando miraban que el dinero aparecía, alguien salía corriendo para sorprender a la persona que hacía esto, pero no encontraban a nadie. Fue entonces que glorificaron a Dios porque él mismo estaba apoyando y trabajando para la construcción de su casa.

Cuenta el hermano Guillermo Moreno que faltaban más manos que trabajaran. Para solucionar el problema pensó en una estrategia muy buena y la llevó a cabo. Se iba cada semana a jugar fut bol a un lugar donde se juntaban muchos jóvenes, convivía con ellos y se los llegó a hacer amigos. Les platicó del proyecto y logró que se involucraran estos muchachos en la construcción. Después de jugar un rato se los llevaba a trabajar, y ellos gratuitamente apoyaron. Algunos de ellos se integraron a la iglesia y aceptaron a Jesús. ¡No cabe duda que, cuando hay una motivación que hace brincar el corazón, no importan las dificultades, éstas tienen que ceder en el nombre de Jesús!

Fue así como se construyó ese hermoso templo. Fueron aproximadamente dos años de trabajo, y dos años de ver la poderosa mano de Cristo. Con trabajo y oración, este anhelado proyecto fue hecho realidad. Fue el día 21 de marzo de 1972, siendo pastor el Rev. Francisco Moreno Flores y obispo del distrito el Rev. José Ávalos Orozco, en compañía de otros ministros como el Rev. Fernando Peña Niz y el Rev. Vicente Moreno, que se inauguró y dedicó oficialmente la Tercera Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo Jesús en Guadalajara.

Primicias de una gran iglesia

Con el favor y la ayuda de Dios, la grey seguía caminando con fuerza. Continuaba con fe y creyéndole a Dios acerca de sus bendiciones. La iglesia trabajaba mucho con lo que se le llamaba Fraternidades. Los primeros presidentes de fraternidad en la Tercera fueron los siguientes: la hermana María Moreno dirigiendo a las dorcas (cabe señalar que ella ocupó este cargo por más de 20 años); y su esposo, el hermano Froylan González dirigiendo a los varones casados; y como presidenta de jóvenes estuvo la hermana Maxi Lozano. A los niños se les atendía en la Escuela Dominical semanalmente. Así fueron los comienzos, las primicias de los frutos de esta iglesia, de manera más organizada.

Surgió una inquietud entre algunos jóvenes de aquel tiempo: adorar a Dios con la música, pero de una manera más completa. Entre los impulsores de este ministerio se encontraban Guillermo Moreno, Eliú Moreno, Rubén González, Teresa González, entre otros. Cada músico puso dinero de su propio bolsillo para comprar sus instrumentos. Se compró un bajo eléctrico, una guitarra eléctrica, la batería, un requinto, unas tumbas, un amplificador, micrófonos y bocinas. Fue algo totalmente nuevo para la iglesia local y aún para la iglesia a nivel general. Se puede decir que la Tercera Iglesia fue de las primeras en incluir en su sistema litúrgico instrumentos musicales de esta índole. Fue tanta la bendición, que este equipo era solicitado para las convenciones distritales que se celebraban.

Los hermanos del grupo de alabanza se esforzaban continuamente por dar lo mejor para el Señor. Se reunían a ensayar y a perfeccionar su dominio del instrumento y del canto. Se llegó a tener un coro que se componía de 25 voces, y eso hacía que se escuchara hermosa la alabanza al Señor. Era un grupo muy completo, muy eficiente y entregado. Se les llegó a requerir para ministrar la alabanza en algunas confraternidades y en convenciones distritales en varias ocasiones. Gracias a Dios por estas bendiciones.

CAPÍTULO III, SEGUNDO PASTORADO: REV. SALVADOR RODARTE PUENTE

En el año de 1974 se decide que el hermano Francisco Moreno Flores entregue la Tercera Iglesia al hermano Salvador Rodarte Puente. Estaba a finales de su periodo como obispo del distrito el hermano José Ávalos Orozco y como obispo presidente el hermano Manuel Gaxiola. Se puede decir que no fue muy bien visto este cambio pastoral por un buen porcentaje de la iglesia. Este tiempo fue muy complicado en la vida de esta congregación, ya que surgió una división que causó mucho dolor y conflictos entre hermanos. La iglesia se componía de alrededor de unos doscientos hermanos; y con estos choques quedaron solamente la mitad de la membrecía, aproximadamente. Fue tan fuerte aquel problema que hasta el obispo presidente tuvo que venir a tomar medidas sobre el asunto.

La iglesia, antes de la llegada del nuevo pastor, tenía su manera propia de administrar el dinero. Cuando el hermano Rodarte toma el cargo, la administración comienza a cambiar; y esto, a muchos de los líderes, no les pareció bien y comenzaron a protestar y a estar inconformes con la nueva manera de trabajar. Se puede decir que ésta fue una de las causas de aquella división. Según los hermanos que vivieron aquella época, la familia Moreno Ayala, y en especial el hermano Guillermo, encabezaban aquella revuelta. No estaban de acuerdo con las ideas del pastor e hicieron que se les expulsara de la iglesia. Dieciocho personas fueron las que se dividieron y comenzaron a hacer sus propias reuniones en casa del hermano León Rocha, después compraron un terreno en Huentitán y es así como nace lo que hoy conocemos como la Iglesia Universal de Jesucristo.

Fue un golpe muy duro, tanto para los hermanos que fueron destituidos, como para el remanente de la Tercera Iglesia. Algunos hermanos cuentan que la iglesia quedó muy triste. Las bancas se veían solas, el templo se miraba vacío y los corazones estaban dolidos por la separación. A los cultos sólo asistían como unas cincuenta personas. Gran parte de las cosas que había en el templo se las habían llevado porque les pertenecían. El hermano Rodarte se apoyó mucho en el hermano Alfonso Sebastián; servía como ayudante de pastor, además que había sido iniciado al diaconado. Lo acompañó en sus inicios en esta iglesia y lo ayudó a enfrentar esta crisis tan complicada. Visitaban a los hermanos y lucharon por la restauración de la congregación. Prácticamente el liderazgo lo componían ellos dos; no había equipo pastoral que impulsara el avance de la congregación.

Señales de avance

Con el paso del tiempo, el ambiente fue cambiando. La gente comenzó a aceptar al nuevo pastor y la iglesia retomó el aliento. Los ministerios fueron tomando fuerza y las fraternidades reanudaron su actividad. Se hacían lo que le llamaban cultos de barrio: se juntaban en casa de algún hermano, buscaban a Dios y a la vez hacían evangelismo. Se promovían los altares familiares para intensificar la oración. Las reuniones generales eran todos los martes y jueves a las siete de la noche. Los domingos la escuela dominical comenzaba a las diez de la mañana y el culto a las cuatro de la tarde.

En las reuniones de culto, la liturgia era típica: se cantaban alabanzas, se daba lugar para himnos especiales y acción de gracias, se recitaban textos bíblicos y se predicaba la Palabra de Dios por el pastor. Los temas de predicación eran el evangelismo, la unidad y la llenura del Espíritu Santo. Era muy común que las fraternidades, continuamente, pasaban a cantar todos juntos algún canto especial. En ese tiempo la fraternidad de dorcas la dirigía la hermana María Moreno; la de varones, el hermano León Rocha; y la de jóvenes la hermana Irene Ríos. Los cultos eran muy alegres. Ya se había activado el ministerio de alabanza, y se tocaba con diferentes instrumentos: mínimo había guitarra, bajo, batería y varias voces cantando. Algunos de los músicos y cantantes eran Pedro Lozano, Carlos, Jaime Zermeño, Noé Gutiérrez y Teresa González.

Al pastor Salvador Rodarte se le caracterizó por ser un hombre muy alegre, amable, atento y educado para dirigirse a la congregación. Visitaba con regularidad a los hermanos, había una relación muy cercana: desayunaba, comía y cenaba con ellos. De esta manera se ganó a la iglesia y logró levantarle el ánimo. La unidad también se generaba entre los mismos jóvenes. Frecuentemente, al salir del culto, se juntaban para salir a pasear y a comer. Convivían y estrechaban sus relaciones como hermanos. En varias ocasiones, el mismo pastor los acompañaba: le resurgía el espíritu juvenil y salía a alegrarse con ellos.

La Tercera Iglesia no dejó de creer en el poder del Espíritu Santo. Continuaba buscando al Señor y actuando para la conversión de las almas. Se hicieron campañas evangelísticas para promover el crecimiento de la iglesia. Se invitaba a hermanos de otros lugares a realizarlas y el poder de Dios era palpable a través de las sanidades.

Intolerancia con otras denominaciones

Es importante señalar que en aquellos días la Iglesia Apostólica era demasiado hermética con respecto a otras denominaciones cristianas evangélicas. No había tolerancia alguna, y hasta se les condenaba por tener doctrinas diferentes. Se llegó a creer que solamente esta iglesia sería salva y obtendría la vida eterna.

El ayudante del pastor y diácono, el hermano Alfonso Sebastián, comenzó a simpatizar con hermanos de otro movimiento cristiano, les llamaban los brahamanitas; este simple hecho fue una buena razón, según el pastor, para destituirlo de la denominación y cerrarle las puertas en ella.

Últimos resultados

Cerca de entregar la iglesia al siguiente pastor, el hermano Rodarte, compró el terreno para la casa pastoral que está a media cuadra del templo. No lo terminó de pagar él, pero ya estaba el trato hecho y se había dado una parte del dinero. En crecimiento numérico de la membrecía, en seis años de pastorado, de aproximadamente cincuenta hermanos que se reunían, llegaron a juntarse ciento cincuenta para alabar a Dios todos juntos. Se entregó la iglesia al hermano Abel Zamora en el año de 1980 y la obra de Dios siguió avanzando.

CAPÍTULO IV, TERCER PASTORADO: REV. ABEL ZAMORA VELÁZQUEZ

Fue el 2 de febrero de 1933 cuando nace el hermano Abel Zamora Velázquez en Guadalupe de Lerma, Jalisco. Sus padres fueron el hermano Hilario Zamora y la hermana Paulita Velázquez; como hermanos tuvo a Santiago, Fidel, Juan y Pedro Zamora.

En Monterrey, Nuevo León, contrajo matrimonio con la hermana María Guel Reyna, por lo civil y a la iglesia el mismo día, en la Primera Iglesia Apostólica de la ciudad, de la cual ambos eran miembros. Su ceremonia nupcial fue oficiada por el entonces pastor Melecio Segovia.

El hermano Zamora llegó a ser ingeniero electro-mecánico. Realizó estudios para desempeñar mejor su ministerio como bachiller en teología y una maestría en griego y escatología. Fue bautizado en agua por el Rev. Gregorio Carreón Beltrán un 10 de mayo de 1952 en la Primera Iglesia de Monterrey, y su bautismo en el Espíritu Santo fue en ese mismo mes. Mientras la pareja Manjares ministraba, en especial la hermana Mateana fue cuando conoció el poder de Dios que cambió su historia para siempre.

Su esposa, María Guel Reyna, nació un 19 de noviembre de 1933 en Monterrey, Nuevo León. Sus padres fueron Ladislao Guel Mancilla y Evangelina Reyna Benavides. Su única hija fue Anna Zamora Guel. La hermana María logró graduarse como contadora y llegó a ser secretaria bilingüe; además de titularse como teóloga y desempeñarse como escritora. Su bautismo en agua fue un 10 de octubre de 1950 en la Primera Iglesia en Monterrey, también por el hermano Carreón Beltrán, y su bautismo en el Espíritu Santo fue tres meses después de manera gloriosa mientras ministraba la hermana Mateana Manjares.

Ministerio

El hermano Abel Zamora Velázquez mostró su devoción a Dios mucho antes de ser ministro oficial de la iglesia. Como laico llegó a ser apoyo del pastor, el hermano Melecio Segovia, en la Primera de Monterrey, maestro de niños, maestro de dorcas y director de jóvenes local. El hermano Manuel Gaxiola fue quien solicitó su iniciación al diaconado. En este cargo trabajó como albañil para construir la casa pastoral, visitaba a los hermanos a sus casas y ministraba en los cultos. El 25 de febrero de 1957, en Reynosa Tamaulipas, fue ordenado al ministerio oficial solicitado por el hermano Manuel Gaxiola. Se dice que por estas fechas también fue asesinado el hermano Benito Peña.

El hermano Melecio Segovia fue quien solicitó que se le integrara al cuerpo pastoral. Se inició como pastor en el municipio de San Pedro Garza García. La iglesia se ubicaba en la parada del camión Palo Alto. Su pastorado comenzó en el año de 1957 y sólo duró nueve meses como pastor en esta iglesia. A su llegada no había un número exacto de hermanos, pero eran muy pocos y cuando fue cambiado de iglesia reportó 31 miembros; en sólo nueve meses bautizó un promedio de 30 hermanos y 16 de ellos recibieron el bautismo en el Espíritu Santo. Se adquirió el terreno para el templo y se comenzó en la construcción.

A sus nueve años de edad, el hermano Abel Zamora fue maestro de dorcas. En esta labor fue evangelizada la hermana María Hernández; ella a su vez le habló de Cristo a Joaquín Aarón, fundador de la iglesia La Luz del Mundo.

Su llegada a la Tercera

El cambio pastoral se dio en un ambiente agradable. La Tercera Iglesia se encontraba en una nueva actitud y no se opuso al cambio de pastor. En el 1980 llega el hermano Abel Zamora, junto con su esposa, la hermana María Guel, y le es entregada la iglesia por el hermano Salvador Rodarte Puente. Ahora la iglesia comenzaba a tomar un nuevo rumbo; se iniciaron nuevas estrategias y nuevos ajustes. A los cultos de barrio ahora se les llamaban cultos familiares en los hogares; las fraternidades tomaron una nueva dinámica; pero todo se hizo con el fin de extender el Reino de Dios de una mejor manera.

Algo que caracterizó mucho el matrimonio y el pastorado del hermano Zamora y la hermana María Guel fue su trabajo en equipo. Ambos sabían compensar sus capacidades y eso los hizo fuertes siempre; hasta en las labores que el hermano Zamora desempeñaba en la Mesa Directiva General se veía reflejada esta manera de trabajar. Siempre se les veía juntos, visitando, en el templo y por la calle. Al hermano Zamora se le admiró, y se le sigue admirando, su carácter. Era un hombre con decisiones firmes; era muy amable, educado y amoroso con la iglesia; pero cuando se trataba de hablar fuerte, también lo sabía hacer. Tenía un gran carisma para todos: socializaba con los niños, los jóvenes, adultos y con los ancianitos. Amaba mucho a la iglesia y se dedicaba a ella con gran pasión. La hermana María tenía, y sigue teniendo, una gran capacidad de liderazgo; siempre iba al frente de los proyectos y los impulsaba con gran entusiasmo.

Tan pronto como llegó, formó un grupo de liderazgo con aproximadamente veinte hermanos. Entre ellos se encontraban los siguientes: Saúl Ríos, Irene Ríos, María Martínez, Jesús Martínez, Teresa González, Francisco Ríos, Miguel Ortega, Felipe Martínez, José Martínez, Luis Martínez, David Muro, la hermana Consuelo y Moisés Tovar. Comenzó a discipularlos para que lo ayudaran a cuidar de la congregación. Aunque en su pastorado todavía se consideraba que el mismo pastor tenía que llevar todo el peso de la iglesia, el hermano Zamora ya comenzaba a delegar ciertas tareas a sus líderes: atendían los grupos familiares, dirigían cultos y algunos predicaban.

Para mantener motivado a su equipo de trabajo, el pastor, los motivaba en convivencias y haciendo amistad con todos. Con su manera de hablar, con voz grave y fuerte, estimulaba a sus compañeros a seguir trabajando para la obra de Dios. Cuando se molestaba por algo que no funcionaba, decía: “La venida del Señor está cerca hermanos; las cosas hay que hacerlas bien.” Se formó un seminario de estudio en el que se capacitaban constantemente, y muchos hermanos de otros lugares venían a recibir esta instrucción también.

Los cultos y el poder de Dios tan evidente

Uno de los temas que más apasionaba al hermano Zamora, y del que más predicaba, era la escatología: hablaba mucho sobre el rapto, la segunda venida de Cristo y el juicio final. Sus predicaciones eran tan vehementes, que muchos inconversos eran tocados por Dios en ese momento y lo aceptaban en su corazón. Además del discurso hablado, el poder del Espíritu Santo respaldaba cada predicación y se manifestaba entre la congregación. Aún antes de entrar al templo, en la calle, ya se sentía la presencia de Dios y hasta las personas que iban pasando se sorprendían por lo que sucedía adentro.

Se organizaban cadenas de oración intensas, desde las seis de la mañana hasta las siete de la noche para comenzar el culto. El culto del jueves lo dedicaban para el mover del Espíritu Santo, era el culto de avivamiento, donde se hablaban lenguas, se oraba por los enfermos y se buscaba dar adoración a Dios con todo el corazón.

En las reuniones de cada domingo, el templo se llenaba de una manera sorprendente. Hasta el atrio la gente se quedaba para escuchar la palabra de Dios. En cierta ocasión, unas personas, feligreses de la iglesia La Luz del Mundo, fueron a mirar lo que se hacía en ese lugar. Como ya no cabían en el templo, desde afuera comenzaron a mofarse y a ridiculizar al hermano Zamora en su predicación; en ese momento, el pastor, desde en frente los reprendió en el nombre de Jesucristo y los corrió. La gente no sabía qué sucedía en realidad; pero el pastor actuaba sabiamente para cuidar de la iglesia.

Con la pasión de la hermana María Guel para servir a Dios a través de la música, y la dirección de la joven Teresa González, se formó un coro precioso que fue de bendición para la iglesia local y en otras congregaciones. Eran aproximadamente cuarenta y cinco voces participantes; se les exigía que aprendieran a leer nota y sirvieran a Dios de una manera más profesional. Se mandaron a hacer trajes especiales para sus presentaciones y todos se esforzaban por adorar a Dios con excelencia. Los músicos eran Pedro Lozano, en la batería; Alfonso Gómez, en la guitarra; Gerardo; y la hermana María Guel tocaba el órgano. La alabanza se escuchaba muy agradable y la congregación se alegraba en Dios. Al hermano Zamora le gustaban mucho los cantos Cristo la roca y Me ha tocado; los cantaba con gran alegría y el grupo lo acompañaba.

Otros ministerios

Además de la música y el canto, la iglesia contaba con otros ministerios que hacían de esta congregación, una más completa. El ministerio de liturgia funcionaba muy bien, había algunos hermanos que formaban parte de él; lo increíble era que entre los liturgistas se encontraban dos hermanas: Martha Martínez y Teresa González. En ese tiempo la participación de la mujer era tan escasa, que casi era imposible que una mujer ministrara desde enfrente. Se desempeñaban también el ministerio de asistencia social, donando despensas para los hermanos de escasos recursos; y el ministerio de cocina, trabajando fuertemente para continuar con la construcción y demás gastos.

Algunas obras más antes de irse

La gente ya no cabía en el templo. Los cultos se saturaban demasiado de gente y eso era incómodo. Se pensó en un lugar más grande y Dios les dio la bendición de adquirir un terreno mucho más grande a un kilómetro del templo aproximadamente. El hermano Zamora elaboró un proyecto muy bien planeado y de muchas ambiciones para ese lugar: se tenía pensado construir un auditorio grande donde cupiera más gente; una torre de educación (aquí se pensaba fundar una escuela para pastores y misioneros) y que los estacionamientos fueran subterráneos. El proyecto no se concluyó, ya que el hermano fue cambiado como pastor a otro lugar y sus deseos no se realizaron.

En la Tercera, en el pastorado del hermano Zamora, se terminó de pagar el terreno para la casa pastoral. Había unos baños adentro del templo y él los quitó para hacerlos en la casa; se hizo una plataforma cerca del altar y en esa plataforma hicieron una pila bautismal. A su salida, se entregaron aproximadamente doscientos hermanos; pero en los cultos se llegaron a juntar más. Estuvo como pastor sólo tres años: de 1980 a 1983.

Últimos días

En el año de 1986, el Rev. Abel Zamora Velázquez, es electo como Obispo Presidente de la Iglesia Apostólica para estar en ese cargo en el periodo de 1986 a 1990; pero Dios decidió otra cosa: en 1987, aquel hombre tan distinguido y querido por nuestra denominación, fallece de cáncer en Guadalajara, Jalisco. Es velado en la Primera Iglesia y sepultado en el Panteón Colonias. Ahora está ante la presencia del Señor; pero sus obras con él siguen.

CAPÍTULO V, LOS SIGUIENTES PASTORES

Jacobo Mendoza

El pastorado del hermano Jacobo Mendoza no fue como los anteriores. La iglesia entró en una etapa de cierto descanso y dejó de impulsar como lo hacía antes. Debido a que no vivió en la casa pastoral, sino que se fue a otro lugar a vivir, no hubo mucha convivencia con la congregación. Su equipo de liderazgo lo conformó Francisco Ríos, Jesús Ortega, Saúl Ríos, Refugio Alvarado, María Muro, entre otros.

Isaías Pérez Arias

El hermano Isaías nació el primero de junio de 1949 en la ciudad de Zacatecas. Se bautizó en el mes de febrero del año de 1976. Su esposa fue la hermana Alicia Caldera Jaramillo, con quien tuvo cuatro hijos: Marlyn, Jessica, Yajary y Abner.

Recibe la congregación con doscientos miembros aproximadamente. Motivó fuertemente a la iglesia y ésta tomó el ritmo que había perdido. Tan pronto como llegó, convocó a reunión a los líderes y propuso la venta de pan y chocolate para sacar fondos para la construcción de la casa pastoral. Los hermanos que trabajaron comprometidamente en esta labor fueron los hermanos Luis Ríos, Enedina Moya, Margarita Sánchez y Sara González, quien también la secretaria de la iglesia. De esta manera se dio continuidad al proyecto de la casa para que el pastor no tuviera que pagar renta.

Solamente estuvo tres años sirviendo en la Tercera Iglesia y a su salida entregó alrededor de 220 hermanos bautizados. En su despedida, lo llevaron al parque Montenegro y cada uno de los hermanos tomó una bomba llena de agua y todos al mismo tiempo se las lanzaron. Quedó empapado en aquella ocasión; pero se llevó un bonito recuerdo de esta iglesia que lo quiso mucho.

Daniel Muro Jacobo

Después, llegó como pastor el hermano Daniel Muro. Su pastorado fue corto también; pero en el cuál hubo muchas bendiciones. A su salida hubo algunos conflictos de inconformidad en la iglesia; pero finalmente, Dios puso todos los medios para que su obra siguiera avanzando.

CAPÍTULO VI, ACTUAL PASTORADO: REV. NICOLÁS HERRERA RÍOS

Fue en los años de 1998 al 2002 aproximadamente, en que la Tercera Iglesia vivió un auge muy importante en las diversas áreas. Por aquellos tiempos el hermano Nicolás Herrera formaba parte de la Mesa Directiva General y su tiempo se dividía pastoreando la congregación y sirviendo a la iglesia a nivel nacional e internacional. Debido a esta situación, su equipo de trabajo en la localidad debía ser muy eficaz, el cuál superó las expectativas que de ellos se tenía. El equipo pastoral más cercano se conformaba por los siguientes hermanos colaboradores: Jesús Gómez Cardona (mejor conocido como Noé), el cuál fungió como asistente de pastor; Alberto Pérez Arvizu (Beto), Alfonso Villaseñor González, Federico Herrera, Aurelio Luna, Jorge Rosas y Rubén Gamón. Cada uno de ellos desempeñó un trabajo tan eficiente que había ocasiones en que el pastor llegó a faltar, por razones de trabajo, hasta más de un mes y ellos mantenían la congregación tan bien atendida como si hubiese estado él.

Este periodo fue tan sobresaliente que el mismo hermano Herrera lo ha llamado “la época de oro” de la Tercera Iglesia de Guadalajara; ha dicho que no ha tenido un tiempo tan bendecido como lo fue en esos momentos. Se demostró en bautismos, crecimiento, unidad, trabajo, espiritualidad, discipulado, ordenación de ministros y pastores y un largo etcétera que se mencionará en este capítulo.

Organización estructural

La congregación estaba segmentada en diferentes áreas para la mejor supervisión. Las zonas eran Oblatos, la colonia Jalisco uno y dos, Lomas del Paraíso, Echeverría, Tonalá y la ocho de julio; y en cada una de ellas trabajaban ardientemente. Se llegaron a tener hasta 20 grupos familiares y se rompió un récord, que hasta hoy no ha sido superado, de 380 células de evangelismo personal u hogares en los que se compartía el mensaje del Reino. Familias enteras se convertían al Señor, las sanidades y milagros fueron evidentes, la expulsión de demonios era “el pan de cada día” y como dice la Escritura “Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.” (Hch. 2:47b). El evangelismo era la pasión que movía a la iglesia a actuar con diligencia.

Impacto

Por mucho tiempo la Tercera Iglesia permaneció en los primeros lugares en bautismos y crecimiento a nivel distrital y nacional; se mantuvo en la cúspide y supo también dar y transmitir lo que recibía. Líderes, pastores y obispos de otras partes del país venían a observar, analizar y aprender cómo es que se hacían las cosas aquí para lograr tal crecimiento y dinamismo en la iglesia. Se supo dar de gracia lo que de gracia se había recibido. De la misma boca del hermano Nicolás Herrera salieron las siguientes palabras: “La Tercera se convirtió como en una especie de “laboratorio” para la Iglesia Apostólica a nivel general. Muchas cosas se “cocinaban” aquí y luego se difundían por muchas partes del país y eran de bendición en otros lugares.” La Tercera fue de las primeras en entender la Guerra espiritual y llevarla a la práctica (aunque se sufrieron demasiadas críticas), fue de las primeras en integrar la nueva alabanza al sistema litúrgico, se comenzó a organizar el ministerio de ujieres de una manera más seria y atenta, el ministerio de la predicación se impulsó con más excelencia bajo las disciplinas de la homilética, hermenéutica y exégesis; y fue de las primeras congregaciones, sino es que la primera, en apoyar a los integrantes del equipo pastoral con un sueldo base.

Mucha oración, mucho poder

El principal detonante de que se lograra el éxito deseado, era que había un fuerte compromiso con la disciplina y el hábito de buscar al Señor en oración. El equipo pastoral se reunía todos los días de lunes a viernes desde las 9 de la mañana para orar. Pasaban momentos intensos en la presencia de Dios todos juntos, y eso, dicen ellos, era lo que los motivaba a hacer el trabajo que les correspondía, era como la “pila” para funcionar. El hermano Nicolás les exigía el siguiente programa diariamente: de 9 a 10 de la mañana se oraba; de 10 a 11 leían la Palabra de Dios y algún otro libro que les ayudara en su crecimiento pastoral; de 11 a 12 debían meditar, reflexionar, pensar; y de las 12 en delante tenían que visitar a los hermanos que no habían venido a los cultos; después de la comida cada uno debía repartirse a sus labores y atender los grupos familiares y las células que les correspondían en sus respectivas áreas. Así era la dinámica del día, y así fue como se les enseñó a trabajar: orando, leyendo, pensando y actuando con eficacia.

Fue tanto el énfasis en la oración que tres hermanas se dedicaban exclusivamente, con cierto apoyo económico, a interceder por la iglesia. Aunque también atendían hogares y servían en otras áreas, su trabajo principal consistía en pasar mucho tiempo guerreando a favor del Reino de Dios. Fueron las hermanas Elvia Mota, Soledad Ruiz y Carmen Pereira las que se mantuvieron en la brecha por mucho tiempo a favor de la Tercera Iglesia. Entre el equipo pastoral se convirtió como en un lema las siguientes frases: “Mucha oración, mucho poder. Poca oración, poco poder. Nada de oración, nada de poder.” Entre ellos se motivaban con estas palabras para permanecer en constante búsqueda del Espíritu Santo y continuar luchando.

Por aquel entonces, el pastor Nicolás tenía a su cargo la Secretaría de Evangelización a nivel general, y era otro detonante del crecimiento. Las herramientas que él tenía las enseñaba a sus líderes y ellos las ponían en práctica y florecía su trabajo. Se organizaban campañas de evangelismo, de sanidad divina y milagros. Por muchas ocasiones se llegó a cerrar la calle de afuera del templo, Hacienda la Calera, una de las principales en la colonia, y se reunían grandes cantidades de personas, recibían su milagro y comenzaban a conocer del Señor. Entre los campañistas que ministraron estuvieron el hermano Efraín Villa, Cuauhtémoc, Aarón Mendoza y Arturo García; en muchas ocasiones no había campañista externo, el hermano Nico, Alfonso Villaseñor, Noé Gómez, Alberto Pérez y otros, organizaban, ministraban y la presencia de Dios se manifestaba de manera extraordinaria.

En cuanto al crecimiento numérico, a través de la estrategia muy conocida de Evangelizar, Enseñar, Entrenar y Enviar (el hermano Herrera le agregó uno más: Evaluar) la congregación seguía creciendo y siendo de impacto para la sociedad. Ya se mencionó que se tuvieron logros muy trascendentes en células y grupos familiares; y de hecho en este tiempo fue cuando el pastor se inspiró para escribir algunos libros que enseñaran sobre los principios del nuevo nacimiento, y fue así como nacieron los libros: Lecciones Básicas de la Vida Cristiana 1 y 2 y el otro llamado Así Puede Crecer su Iglesia (cabe señalar que después fueron distribuidos por diferentes lugares del país para ser de bendición también). Los bautismos se celebraban en grandes cantidades: en una ocasión, se llevaron cinco camiones llenos de personas y aparte muchos carros al balneario Aguacaliente para celebrar felizmente 42 bautismos. Esto era el fruto de largos periodos de trabajo y la oración constante.

Visión 1000 para el 2000

Algún tiempo después, se integraron al equipo pastoral los hermanos Adalberto Uzárraga y Jesús Reyes Salas. Se incorporaron con el mismo ímpetu y visión para continuar con una de las metas que se propusieron en aquellos años, misma que le pusieron el lema de “1000 para el 2000”. La iglesia en esa ocasión se componía como por unos quinientos miembros y al ritmo que llevaban, si se esforzaban y trabajaban, lograrían el objetivo: alcanzar la cantidad de mil hermanos bautizados para el año dos mil. Se puso una enorme lona en la parte de atrás del templo con el lema para que tuviera un impacto emocional en la gente y se lograra el objetivo; y efectivamente, el lema estaba en boca de cada uno de los líderes y miembros de la iglesia y se hablaba el mismo lenguaje de crecimiento.

De ministros a pastores

Para bendición de unos y tristeza de otros, algunos de los ministros que conformaban el equipo pastoral comenzaron a ser requeridos por parte del Obispo Distrital para que se fueran de pastores a otros lugares, y otros fundaron sus propias congregaciones, razón por la cual no pudo ser lograda la meta como se tenía pensada. Al hermano Noé Gómez se le demandó salir de la Tercera para irse como pastor a la Primera Iglesia Apostólica en la ciudad de Mérida, Yucatán; también se necesitaba un presbítero en aquel distrito y él fue nombrado. El hermano Alberto Pérez estaba trabajando fuertemente en una misión, que era parte de la Tercera Iglesia, proyectando la película Jesús, para el rumbo de San José del Quince, y en poco tiempo se multiplicaron y se constituyó iglesia, quedándose allí como unos 150 hermanos y el hermano Beto como pastor. En el municipio de Ameca Jalisco también se levantó una obra, un grupo de hermanos, a los cuales atendió el hermano Rubén Gamón y después los pastoreó oficialmente cuando ya podían ser constituidos como iglesia. Al hermano Aurelio Luna, lo mandaron como pastor a la iglesia de Chapala y allá sirvió al Señor igualmente. Después el hermano Federico Herrera comenzó a trabajar con un grupo de hermanos en la región de Izúcar de Matamoros, Puebla y consolidó una iglesia quedándose a pastorearla. Otro de los elementos que dejó el equipo fue el hermano Jorge Rosas, ya que lo mandaron como pastor a la iglesia en Santa Lucía. Por aquellos tiempos, el hermano Villaseñor fallece por una grave enfermedad y su ausencia se sintió fuertemente, por su manera de ser y servir al Señor. Así fue como la Tercera Iglesia siguió impulsando el Reino de Dios en otros lugares también.

El liderazgo

Se puede aprender demasiado de esta “Época de oro”. Entre muchas cosas, se puede destacar el liderazgo que se tenía. “Era un liderazgo comprometido”, dijo el hermano Alberto Pérez en una de las entrevistas, “no había celos, ni se pelaban posiciones, sino se buscaba siempre la humildad y la armonía.” Como bien lo expresó John Maxwell: “Una organización tiene éxito o se viene abajo a causa del liderazgo”, ahora se comprueba con el registro de la historia. El liderazgo es la pieza clave para que una iglesia pase de ser pasiva a ser una congregación activa, ferviente en el Señor y relevante para la sociedad.

Los ministros de ese tiempo, por orden del hermano Nicolás, debían estar preparados para lo que se necesitara, para todo. El pastor permanecía fuera de la ciudad por algún tiempo y a ellos les correspondía pastorear de todo a todo a la grey. Bautizaban, presentaban niños, casaban, dirigían los cultos, predicaban, sepultaban a los hermanos fallecidos, entre otras cosas; y nunca debían decir que no. Se necesitaba que fueran eficaces en todo lo que se requería.

Los líderes cuentan que el pastor era muy estricto y exigente. Demandaba que anduvieran limpios, bañados, planchados, con ropa de vestir preferentemente, rasurados y bien peinados. Y cuando hablaban sobre la llegada a las actividades, la frase que utilizaba era: “Háganle como quieran, pero tienen que estar aquí puntuales.” Aunque de momento causaba incomodidad y molestias, tal disciplina los hizo hombres de bien y grandes siervos de Dios, y ahora ellos agradecen.

Además de exigir con firmeza para que la obra de Dios se hiciera con excelencia, el hermano Nicolás apoyaba de diferentes maneras a sus líderes para que se prepararan. Los mandó a congresos, cursos y otras actividades a otras partes del país, invertía su tiempo y dinero para que fueran dignos siervos del Señor Jesucristo. Él mismo les llegó a dar clases de homilética, hermenéutica, liturgia, urbanidad, salubridad y español. Les proporcionaba libros, según la necesidad, para que estudiaran y se superaran. Una de las frases que más decía sobre este tema era: “Los libros cuestan, pero la ignorancia cuesta más.”

Algunas anécdotas

Se cuenta que, como parte de la labor pastoral que se hacía en ese entonces, sobre todo el hermano Villaseñor y el hermano Beto Pérez, usaban sus respectivos vehículos para hacer visitación a los hermanos. Pero como creían tanto en el poder de Dios, no le ponían gasolina al carro y andando en su travesía se les quedaba parado. Y era entonces que clamaban al Señor y le decían: “¿Pues qué no somos tus siervos?” y le ordenaban al tanque del combustible que se llenara, y para pronto el tanque rebosaba y comenzaba a tirar la gasolina y ellos felizmente continuaban con su trabajo y daban testimonio. Esto sucedió en varias ocasiones. Hasta se llegaron a ahorrar el mecánico, porque el Señor los ayudaba.

Misiones que se convirtieron en iglesias

Como parte del fruto que se logró se formaron las siguientes congregaciones: la Octava Iglesia, la iglesia en Ameca, en Izúcar de Matamoros, en Chapala y en San José del Quince, donde también está el mover de Dios de manera gloriosa.