Domingo Torres Alvarado

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Natural de Tamaulipas, se convirtió en 1956 al cristianismo unipentecostal sustentado por la Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo Jesús (IAFCJ) en la ciudad fronteriza de Matamoros. Siendo un adolescente, fue evangelizado y bautizado en agua conforme lo enseña el Nuevo Testamento en Hechos 2.38. Consecuentemente en ese mismo año tuvo la experiencia de la recepción del Espíritu Santo conforme a la tradición bíblica de hablar en otras lenguas. Desde entonces hasta la fecha (2016), ha servido fielmente a su Señor y Salvador Jesucristo en la gran diversidad de ministerios constituidos. A continuación presentamos una síntesis de su actuación como Obispo Presidente de su denominación.

El llamado y la elección.

Fue en la XXXVII Convención General efectuada en 1990, cuando fue llamado por el Espíritu Santo y mediante la emisión del voto mayoritario del cuerpo ministerial allí congregado, fue electo para colaborar durante el cuatrienio 1990-1994 en esta alta posición de la IAFCJ. En esa forma y al aceptar sumisamente esta responsabilidad, el Señor Jesús lo ungió para este fin asegurándole en forma implícita que él lo asistiría en la tarea que él le encomendaba. Además, había el precedente de que aquello era fruto de su experiencia de largos años de su militancia apostólica en la habría sido respaldado por la sabiduría y poder de Dios tantas veces manifestado en su ministerio.

El entorno y la visión.

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Por otra parte, la manifestación de la voluntad del Señor, dueño de la mies (Mt. 9.37), no se dio para este fin en el vacío sino en medio de una serie de circunstancias verdaderamente críticas en ese tiempo, como era el resquebrajamiento y desmoronamiento de estructuras políticas, geográficas e ideológicas, así como la tergiversación de los valores morales y religiosos en el mundo. Aunque la guerra fría entre las potencias había terminado, el comunismo en el mismo se había derrumbado y las Alemanias se habían reunificado pacíficamente, persistían otros problemas de índole moral y espiritual en otras regiones y consecuentemente reinaba una gran preocupación generalizada en el mundo.

En ese entonces la tendencia principal que privaba era alcanzar la preeminencia hegemónica, la explotación, la opresión, la guerra sangrienta, la lucha por la subsistencia; así como graves epidemias y sobre todo la expresión todavía más seria, el que el hombre se mantuviera alejado cada vez más de Dios y las masas ignoraran la manifestación del reino de Dios, la doctrina de la unicidad, el bautismo en agua en el nombre de Jesucristo y de su Espíritu Santo.

En México, por lo consiguiente, al inicio del sexenio gubernamental (1988-1994), se pretendía fortalecer su legitimidad anunciando cambios radicales y reformas profundas para impulsar una realidad distinta en lo social, económico, político y religioso y que al difundirlo de manera repentina e inesperada eso, provocaba sorpresa y sobresalto en los mexicanos. En este ambiente de inquietud creciente empezó la administración del recién electo Obispo Presidente de la IAFCJ.

De acuerdo con su función como obispo, la cual consiste básicamente “ver por encima”, comenzó por observar lo que sucedía en su medio, así como decidir la manera en que se tenía que proceder en conformidad a lo indicado en la Biblia, lo señalado en la Constitución de la IAFCJ y los acuerdos tomados en las distintas instancias de autoridad previstas para bien de los propios y extraños a la iglesia.

Asimismo, en su carácter de presidente se aseguró de contar primordialmente con la dirección de Dios para presidir sabiamente a la iglesia en general y por otra parte procuró llegar a consensos, aprobación de planes y la toma de decisiones muy importantes que al ponerse en práctica fueran de beneficio para la salvación integral de México y el mundo, así como para el crecimiento y superación de la Iglesia.

La Misión Apostólica 2000.

Para entonces los esfuerzos de cumplir la misión por parte de la IAFCJ desde su fundación por parte de las diferentes administraciones anteriores, habían abarcado una y otra vez diferentes elementos de dicha tarea que al final revelaban una visión parcial de la realidad como objetivo de misión y por ende sólo se había atendido sólo una parte de dicho encargo con el consecuente descuido de lo demás.

En reunión de Mesa Directiva General, Admón. 1990-1994.

De ahí que persistiera la necesidad principalmente por las circunstancias reinantes de la época no sólo de definir mejor la misión polidimensionalmente, sino que se instrumentara un sistema o modelo más operativo e integral (incluyendo el aspecto pentecostalizador) que motivara y asegurara su realización no sólo a corto (cada cuatro años), sino también a largo plazo (por décadas) y especialmente para lograr las metas prioritarias para el inminente fin del siglo XX.

En esta forma, el Señor Jesús a través de su Espíritu y su Palabra guiaron al presidente en funciones en esa administración 1990-1994 a diseñar, proponer y lograr la aprobación de un plan de acción para llevarse a cabo en la década 1990-2000, aunque en su caso regiría particularmente sólo su quehacer de cuatro años que era el que le correspondía, el cual denominó Misión Apostólica 2000 (MA2000) y que incluía tres vertientes o enfoques: Hacia Dios, hacia la iglesia misma y hacia el mundo.

En la primera parte del programa, hacia Dios, destacaba la perspectiva vertical pentecostal, enfatizando la práctica de la adoración, alabanza, intercesión, consagración, lo cual alentaba la libertad y espontaneidad en la liturgia así como la llenura del Espíritu Santo en la vida de las personas.

En la segunda parte del plan citado, hacia la iglesia, incluía el aspecto del fortalecimiento interno de la misma, a través del compañerismo entre unos y otros, la educación en diferentes niveles, así como la disciplina y la edificación de los creyentes.

En la tercera y última parte del programa mencionado, hacia el mundo, contemplaba en su dimensión horizontal al hombre en su libertinaje ético sufriendo en todo el mundo los males que le aquejaban debido a su incontinencia de la práctica del pecado consecuencia de su condición irredenta y que sigue requiriendo hasta hoy del llamado a través de una agresiva y dinámica acción evangelizadora y misionera para su conversión personal a Cristo y al abandono definitivo de sus prácticas malsanas.

Además esta misma vertiente comprendía la labor asistencial de servicios médicos, orientación para la productividad, provisión de alimentos, auxilio a viudas y huérfanos, etc.

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Respecto a las misiones extranjeras Dios permitió en esta administración que por primera vez en la historia, la IAFCJ hiciera presencia en el continente europeo por medio del envío de por lo menos el primer misionero mexicano a España. De esta manera el Señor también le abriría a la Iglesia el camino para enseguida continuar con el anuncio de la doctrina de su nombre Jesús al África y aun al Asia en un futuro no muy lejano.

Algo más que cabe mencionar aquí es que, apenas se había iniciado el proceso de concientización e implementación de dicho programa decenal en todas las iglesias, el Gobierno de la República decretó en 1992 reformas a la Constitución Política relacionadas con el otorgamiento de la personería jurídica a las iglesias.

Esto provocó inevitablemente en cierta proporción que la iglesia distrajera su atención de la ejecución del programa, para hacer los preparativos correspondientes a fin de acatar las nuevas disposiciones legales, fiscales y laborales que le fueron impuestas a la iglesia.

Ante esta coyuntura tan especial, la Mesa Directiva general presidida por el obispo Torres tuvo que proceder a implementar una serie de medidas substanciales para la reorganización de la obra, así como para la adecuación constitucional de la estructura orgánica y económica de la iglesia.

En cada caso, antes de proponer y aplicar estas disposiciones, se hizo una reflexión amplia y profunda del por qué y sus respectivas implicaciones a favor y en contra de la obra así como de los compañeros ministros. Asimismo, se efectuaron previamente las consultas que se consideraron necesarias llevar a cabo con especialistas en la materia.

De esta suerte y con el propósito saludable de no dejar de seguir imprimiéndole el dinamismo necesario a la ejecución del programa MA2000, mediante una más efectiva integración de la obra y una mejor supervisión de la misma, en uso de sus facultades la Mesa Directiva reorganizó la obra del país en 34 distritos.

Así, también, la Iglesia procuró cumplir de la mejor manera con los nuevos requerimientos legales, fiscales y laborales decretados por la nueva Ley de Asociaciones Religiosas. Por lo consiguiente, gestionó y obtuvo de parte de la Secretaría de Gobernación el 23 de mayo de 1993, el registro constitutivo de la denominación a nivel nacional como Asociación Religiosa (AR). En seguida, a fines de ese mismo año procedió a solicitar también el registro de sus entidades internas o sea los nuevos distritos, habiendo logrado en su momento obtener el certificado correspondiente de todos éstos.

En esta forma, orgánicamente y funcionalmente la IAFCJ mantuvo la integridad de un cuerpo. Siguió siendo una iglesia debidamente organizada. En lo jurídico, de igual manera se le otorgó la personalidad jurídica a nivel nacional, con sus entidades internas respectivas, reconocidas también como AR distritales subordinadas a la primera.

Consecuentemente, la trayectoria y probada lealtad de los integrantes de la Mesa Directiva general y la de los obispos de distrito a los principios doctrinales, de organización, disciplina y economía, una vez más fueron reafirmados en esta ocasión como una garantía suficiente para la preservación de la unidad de la iglesia en general.

Por otra parte, teniendo en mente lo anterior y con el objeto de optimizar recursos para el más efectivo cumplimiento de la misión y del nuevo estatus jurídico de AR, también esta Mesa Directiva encabezada por el obispo Torres, decidió revisar, estudiar y proponer reformas a la actual estructura administrativa y al sistema económico de la Iglesia que permitieran en los diferentes niveles asumir los compromisos del cumplimiento de la misión y los nuevos deberes fiscales como AR en general.

Aunque ahora la supervisión de distritos iba a requerir de más recursos humanos y materiales, la propuesta que se presentó en la Convención General de fin del período, contempló hacer más con menos; es decir, lograr una mayor funcionalidad de la Mesa Directiva con menos miembros, y así lograr una reducción en los gastos administrativos sin menoscabo de la efectividad de sus integrantes.

Asimismo, planteó aplicar en este nivel nuevos modelos de dirección y supervisión menos costosos. También propuso normas para que las iglesias contaran con mayores recursos y se fortalecieran en ese aspecto para seguir cumpliendo con la misión y con las obligaciones fiscales adquiridas.

El rendimiento.

En cuanto al programa MA2000 trazado, en una evaluación de dicho plan realizada entre la membresía en diciembre de 1993, los resultados presentados por los Pastores del país de esos tres años de administración, eran los siguientes:

En cuanto a la relación con Dios, se destacó que la adoración debería ser una característica central en la vida de los creyentes. Es decir, una adoración participativa, y con libertad de expresión del lenguaje del cuerpo con decencia y orden, cuyos himnos fueran más bien de alabanza y veneración a nuestro Señor; la oración sería un componente del ser de la iglesia; también, el hábito de intercesión se desarrollaría en favor de los menos favorecidos; además, compartirían respuestas a la oración en forma palpable y excitante, etc. Lo derivado de lo anterior en estos primeros años fue esto:

El 51% de la membresía declaró que participaba en la adoración personal y colectiva, y la calidad de la misma era considerada buena. En la alabanza, se había logrado impartir instrucción también a un 51% de la membresía y su mejoría de igual manera la catalogaban satisfactoria. Por otra parte, el 50% de los miembros practicaban la oración privada, misma que conceptuaban también fervorosa. En cuanto a intercesión en favor de otros, el 47% la practicaba y esta práctica la estimaban vehemente. En consagración el 46% había avanzado en ello y hasta entonces, ésta se percibía como regular. En resumen, el avance observado en los conceptos de esta vertiente hacia nuestro Señor Dios, a partir de las metas iniciales que se fijaron en 1991, era como sigue: Un 11% más de la membresía participaba ahora en la adoración; en la alabanza el mejoramiento apenas había sido del 1%; en la oración el 5%; en intercesión el 2% y en consagración también el 1%. Asimismo, para alcanzar las metas fijadas para la década (2000): En adoración y alabanza, faltaba todavía por alcanzar un 39%; en oración el 40%; en intercesión el 43% y en consagración el 44%. Lo que indicaba que en los siguientes años, había que acelerar el ritmo de avance para poder alcanzar los objetivos establecidos en el plazo señalado.

En cuanto a la relación con la iglesia misma, también se empezó promoviendo lo necesario para que la iglesia llegara a ser una comunidad de mayor calidad, bien concertada y unida en todos los aspectos posibles. Se estuvo concientizando entre la membresía que en lo individual y colectivamente se requería ser como templos del Espíritu Santo, bien convencidos de que había que servir; asemejándose a vasos útiles para los usos del Señor comunitariamente y hacia el mundo; siendo más sensibles y sumisos a la dirección de Dios, experimentando la llenura de su bautismo, pero también ejerciendo sus dones espirituales.

A este respecto, los Pastores informaron al 31 de diciembre de 1993, que en este renglón: En la práctica del compañerismo entre sí, habían logrado involucrar en esto al 52% de la membresía; en actividades educativas, el 55% asistía a la escuela dominical; por otra parte, el 46% de los miembros afirmaba estar siendo edificados, y el 50% eran instruidos y estaban observando las reglas de disciplina de la Iglesia. Por lo que el progreso estimado en el transcurso de los tres años de ejecución en estos aspectos era: En compañerismo el 2%; en las escuelas dominicales el 10%; en edificación el 11% y en disciplina el 5%. En cuanto a las metas para el año 2000: En compañerismo faltaba el 38%; en educación el 35%; en edificación el 34% y en disciplina el 40%. Como se puede observar, estos porcentajes faltantes se consideraban alcanzables sólo que también se veía la necesidad de intensificar esfuerzos para poder lograrlos en el lapso restante de la década.

En cuanto a la relación con el mundo, la iglesia como cuerpo místico de Cristo se procuró que en la esfera terrena cumpliera su misión convirtiéndose en una comunidad de fe, participando en la dinámica social e interactuando en formas muy variadas para compartir el testimonio apostólico en el mundo o sociedad de la que forma parte. Hasta el 31 de diciembre de 1993 había logrado que el 17.5% de la membresía colaborara en la evangelización; el crecimiento numérico alcanzado hasta entonces había sido del 19%; las iglesias constituidas o en formación en el país eran 755, de las cuales se habían organizado 35 en los últimos tres años; el 75% declaraba haber recibido y tener el Espíritu Santo. En cuanto a misiones extranjeras, sólo se había logrado que el 9% de los miembros se involucrara en este renglón con el carácter de “Amigos de Misiones”. Por lo que respecta a la participación de la membresía en proyectos de servicio social, apenas se había logrado que el 18% lo hiciera.

En resumen y en base a las metas fijadas al principio de la década, se advertía a estas alturas que no había habido avance destacado en este cuatrienio en la mayoría de los conceptos y metas establecidas del plan trazado y que de continuar así en el resto del periodo los resultados serían escasos. No obstante, al haber procedido desde el inicio a fijar y motivar a alcanzar todas esas metas a corto, mediano y largo plazo en las congregaciones, la institución procedió con gran realismo y honradez. Lo mismo en cuanto a publicar las estadísticas de lo alcanzado en el cuatrienio les demostró a los interesados que no se pretendía inflar cifras ni cubrir deficiencias. A la vez en esta forma, se admitían las cosas que estaban bien y en otras no, y que después de todo, esas metas servían de acicate e inspiración para alcanzar lo que ellos mismos se habían fijado y evitar caer en una situación de indiferencia complaciente. Al final de los seis años que faltaban para llegar el segundo milenio y conclusión del programa MA2000 se revelaría la convicción y posibilidades en lograr o no definitivamente los objetivos fijados.

Además de lo expuesto antes, habrá que reconocer que hubo muchas otras iniciativas y realizaciones importantes que también se llevaron a cabo en este período administrativo que por falta de espacio se han omitido mencionarlas involuntariamente. De igual manera, no ha sido posible narrar con detalle todo lo demás que por su parte el Señor Jesús hizo en el mismo periodo.

Aun así, para la última evaluación realizada en 1993 los resultados del plan MA2000 aunque se consideraban modestos fueron congruentes con el grado de concientización logrado hasta entonces y, como ya se dijo, por otros factores como la distracción sufrida en la reorganización nacional de la iglesia y por la implementación de las disposiciones legales mencionadas. Estos imprevistos, como sucede en la ejecución de todo nuevo programa fue imposible evitar que se presentaran. Sin embargo, debido a que faltaban todavía seis años para el fin del segundo milenio y del programa iniciado, MA2000, persistía aún la convicción de que al final de la década sería posible lograr con la ayuda de Dios los objetivos fijados.


Conclusión.

El obispo Torres en esta ocasión (2016) como ya había ocurrido antes en su trayectoria de servicio a Dios y a su Iglesia, pudo otra vez evidenciar su carácter firme y eficiente para contribuir con ideas muy importantes para el progreso de la obra de Dios asumiendo los compromisos y resultados inherentes con gran sentido de responsabilidad.

Su esposa Gloria Mercedes Rodríguez Macías, compañera fiel por más de cincuenta años, fue un factor determinante para el éxito del ministerio de su marido en este período así como también sus cinco hijos: Ludim, Adamí, Daniel, Dalia y Eduardo, por lo cual la IAFCJ les rinde un gran respeto y admiración al haber sido llamados y servido a Jesucristo y a su iglesia conforme a su vocación con que fueron dotados.

“Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea la gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén.” (Efesios 3.20, 21).


Fuentes:

  • Informes bienales presentados por el Obispo Domingo Torres Alvarado, 1992 y 1994.
  • Libro La Serpiente y la Paloma por Manuel J. Gaxiola, 2ª edición corregida y aumentada, 1994.
  • Datos proporcionados por el mismo Rev. Domingo Torres Alvarado, 2014.