Abel Zamora Velázquez

Nació el 27 de marzo de 1933 en Guadalupe de Lerma, Jalisco, en el seno de una familia tradicional típicamente mexicana. Sus padres fueron el señor Hilario Zamora Barajas y la señora Paulita Velázquez de Zamora. Al emigrar por razones económicas a los Estados Unidos de Norteamérica y estando en Chicago, su padre escuchó por primera vez la predicación del evangelio. Regresó a su pueblo en 1941 y compartió la "buena nueva" a su familia, pero a la vez tomó la decisión de mudar su residencia a San Pedro de Las Colonias, Coahuila y así lograr una mayor superación para su familia en otros aspectos. Fue allí donde ya casi adolescente Abel de escasos ocho años se relacionó con la Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo Jesús por primera vez. También en ese lugar pudo estudiar la primaria y la secundaria, para luego en 1951 al cumplir los dieciocho años trasladarse a Monterrey y continuar sus estudios de preparatoria e iniciar su carrera profesional de Ingeniería Electromecánica en la Universidad Autónoma de Nuevo León.

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Desde muy joven su vida estuvo sujeta a un sinnúmero de variantes que lo llevaron a cambiar de residencia frecuentemente. Ello nos habla del incansable ritmo de vida que llevó con tal de superarse y servir mejor a la causa de nuestro Salvador Jesucristo.

Ya en Monterrey, por cuestiones de cercanía empezó asistir a la Iglesia Del Nazareno y fue allí en una reunión social donde conoció a la señorita María Guel, de ascendencia apostólica, quién logró después relacionarlo nuevamente a la Iglesia Apostólica.

En 1953 aceptó al Señor como su Salvador y fue bautizado en agua en el nombre de Jesucristo en la 1ª Iglesia Apostólica de esa ciudad industrial, habiendo recibido enseguida el Espíritu Santo. Pastoreaba entonces dicha iglesia Gregorio Carreón Beltrán. El 31 julio de 1955 contrajo matrimonio con la señorita María Guel Reina en esa misma ciudad, ofició la ceremonia el pastor Melesio Segovia, de cuya unión les nacieron dos hijos: Abel y Ana María. Al parecer, tanto su matrimonio como su inquietud por servir en el ministerio lo hicieron truncar en el tercer año de sus estudios profesionales. De 1953 a 1955 fue presidente de la federación juvenil del Distrito Noroeste.

Estando en la ciudad de México por razones de trabajo y siendo miembro de la 1ª iglesia de La Capital, fue iniciado al ministerio el 15 de septiembre de 1956 por Manuel J. Gaxiola, pastor de Tacubaya en ese entonces.

Después volvió a Monterrey en 1957, donde fue asistente del pastor del hno. Melesio Segovia en la 1ª iglesia de Monterrey, N. L., y colaboró como diácono; a su vez como encargado de la misión de San Pedro Garza García, N.L., donde logró formar una congregación de veinticuatro miembros bautizados e inició gestiones para la compra del terreno de la propiedad que actualmente ocupa dicha iglesia. En 1958 pasó a Torreón como prefecto de la Escuela Bíblica Apostólica.

Indudablemente que lo anterior contribuyó para que luego el 23 de febrero de 1959 fuera ordenado al ministerio en ceremonia especial efectuada en la 1ª iglesia de Reynosa, Tamaulipas.

En 1960 se presentó la necesidad de trasladarse de nuevo al Distrito Federal (Ciudad de México), ahora para realizar estudios en el Instituto Teológico Apostólico Internacional (ITAI). Al terminarlos fue comisionado para atender la que era entonces misión de la colonia Pantitlán, hoy 6ª iglesia de la Ciudad de México, durante esta responsabilidad tuvo que salir a Stockton, California, para cursar estudios teológicos en el Western Apostolic Bible College (1960 a 1965) donde se graduó como Bachillerato en Teología en 1965.

A su regreso de los Estados Unidos prestó servicios como maestro en el ITAI, que para ese tiempo ya operaba en Tepic, Nayarit. Al mismo tiempo ejerció el pastorado de la iglesia en Yago, Nayarit, durante ocho años. En cuyo distrito fue anciano, tesorero y director de Educación Cristiana. En 1973 fue designado Obispo del nuevo Distrito de Occidente con sede en Guadalajara, Jalisco, el cual supervisó durante otros ocho años consecutivos, al final de los cuales continuó colaborando como pastor de la 3ª iglesia de esa misma ciudad. Dentro de la Mesa Directiva de la Iglesia en el ámbito nacional desempeñó los cargos de Secretario de Educación Cristiana, Obispo Vicepresidente, Secretario General. En el año de 1986 fue objeto de una distinción especial al haber sido invitado para asistir junto con su esposa a la Conferencia Internacional de Evangelistas Itinerantes efectuada en Ámsterdam, Holanda. A su regreso, durante la Convención General de agosto de ese mismo año en Guadalajara, el cuerpo ministerial le concedió la más alta investidura de la Iglesia al elegirlo como Obispo Presidente, puesto que pudo desempeñar solamente por escasos seis meses.

En la trayectoria de su vida matrimonial y ministerial, tuvo la cooperación decidida de su querida esposa María Guel de Zamora, quien da testimonio de que siempre fue un esposo cariñoso y comprensivo, pero a su vez enérgico y reservado.

Todo el tiempo su amor lo supo expresar más bien con hechos que con palabras. Para sus hijos, Abel y Ana María, su padre fue una bendición. Ellos eran para él objeto de todo cuidado. Siempre se preocupó porque su familia tuviera todo lo necesario, desde afecto hasta lo más indispensable en todos los aspectos.

A pesar de que la mayor parte de su vida mostró una complexión física sana y robusta, fue en los últimos años que comenzó a padecer constantes malestares estomacales que gradualmente fueron afectando su salud, hasta que en enero pasado los médicos lograron detectarle padecimiento de cáncer en el estómago y el hígado, mismo mal que propició finalmente a los 54 años de edad, el 13 de febrero de 1987, la muerte de este siervo de Dios. Los últimos días de vida fueron muy desafiantes no tan sólo por tener que librar intensos malestares, sino también el sufrimiento del dolor de tener que dejar inconclusos los planes que meses antes había forjado para la Iglesia a la que había pertenecido. Sin embargo, antes de morir sintió profundo sueño mostrando de esta manera la suficiente resignación para admitir que el Señor se encargaría de promover los ideales de superación en la conducta ética de los ministros y una mayor santificación de la Iglesia en general, que Abel Zamora Velázquez simplemente soñó antes de morir.

Datos biográficos tomados de EL EXÉGETA, edición especial de aniversario Época X Noviembre del año 2003. (El original de estos datos apareció en EL EXÉGETA Época VI Año 1 Verano 1987 Págs. 12, 13).

Este hombre joven, siempre recto en su proceder, se enamoró tanto de la doctrina apostólica que nos dejó un vasto arsenal sobre la unicidad de Dios, tanto en los libros como en lecciones del Expositor que han circulado ampliamente en nuestros rangos apostólicos.

Dios lo bendijo con una prodigiosa voz y hubo quienes llegaron a igualar el timbre de su voz con la de Jorge Negrete, pero yo pienso que fue muy superior a la de cualquier cantante mundano, pues sus cantos eran dirigidos al Creador, al Salvador, al Dios amante de las almas. Las paredes de nuestros templos retumban con la sonoridad y la fuerza de sus pulmones en sus predicaciones, las cuales abundaban en contenido profético. Nunca divagó de su fe, y fue un gran esposo y padre de sus hijos.

Detrás del gesto adusto que mostraba por la seriedad de su carácter, existió para quienes lo tratamos de cerca, un hombre manso y sencillo, sin aspiraciones vanas ni gustos exagerados, a pesar de haber sido un hombre a quien Dios bendijo en lo material, pero que supo administrar sus bienes con sabiduría, no había en él un falso orgullo, sino que su pasión era cantarle al Señor y predicar las buenas nuevas de salvación. Su esposa siempre se mantuvo a su lado, nuestra muy apreciable hermana María Guel, que lo acompañaba y ayudaba esmeradamente. Ella corregía los originales de sus escritos antes de su publicación y lo orientaba en muchos detalles que a veces los hombres pasamos por alto. Que Dios siga bendiciendo a esta buena madre con sus hijos y nietos.

(Parte de esta breve reseña ha sido tomada del libro “Mis Memorias” del Rev. José M. Ortega, en el capítulo 18: Semblanzas de los primeros pioneros, página 312. 313 y 314).